martes, 23 de marzo de 2010

Visión

Flamantes tempesatades surcan la noche,
encendida en multiformes opacidades.
Los corceles briosos, renegridos
galopan la desesperación de un final incierto.

Con furia descomunal se desgarran
fieras al acecho de sus propios fuegos.
Los ojos se acostumbran al espectáculo
y los brazos entran en juego.

Sueño que se sueña en vilo
esperando que el tiempo se congele
en regiones de sensaciones confusas
y ancestrales presentes.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Memorandum

1. "TODO puede ser en todos los mundos."
2. "El ser humano es artífice de su propio destino."
3. "Vivir sólo cuesta vida"; vale la pena pagar el precio.
4. Que las palabras sean el broche, y no el comienzo de las acciones.
5. Si se ama todo en una persona, hay que hacer lo imposible por esa persona.

sábado, 2 de enero de 2010

A Don Oracio Holivera

Todo es una cuestión de interpretación: una figura que se superpone arbitrariamente sobre un dibujo, un texto, un hecho y se intenta una explicación metafórica a través de esa figura. Luego, evaluamos las consecuencias que se siguen de la operación; en cierto sentido, juzgamos los resultados para ver si nos satisfacen. El problema de éste método es que, en determinadas ocasiones, la interpretación metafórica es tan interesante (o al menos así nos lo parece)que llegamos a la conclusión de que esa es La Verdadera Forma de entender las cosas. En esos casos olvidamos (un poco injusta, un poco ilícitamente) que nosotros mismos tejimos el tapiz con las dos figuras entrelazadas en su trama.
Por ello, abocándome al muy concreto ejemplo dado, me parece que la Filosofía Moderna nos da la clave que hace la unión un poco más "sólida": y la figura que se muestra es la tan cartesiana "Res Extensa". Frente a la(s) imagen(es) puedo decir varias cosas:
La "Res Cogitans" es la que las une, las compara, las sintetiza, las categoriza, las reordena y, finalmente, las abandona como algo ajeno a ellas, por completo misterioso, y cuya conexión con la "Res Extensa" se le hace inexplicable fuera del transcurso efectivo de la vida [o sea, en el Museo de éstas Ideas].
La "Res Extensa" me hace pensar en el viejo dictum de Ortega y Gasset, luego retomado por Martínez Estrada: Argentina es "pura extensión", y sus habitantes sólo queremos liquidarla sin trabajar en ella. No construimos nuestra propia "Res Cogitans", sino que la importamos tal como está del Viejo Continente. Por eso, suceden dos cosas: la interacción entre las "Res[es]" es tan imposible como creía Descartes, y lo único que se logra es el hastío de recorrer kilómetros en falso, con el único fin de dejarlos atrás [Por otro lado, Hegel y Marx ya pensaban un poco antes que éste continente (América) es pura Geografía; pura extensión espacial sin Historia; "Res Extensa" sin "Res Cogitans"].
La media res con divisiones para los cortes (y también aquella otra con divisiones para la política) ha perdido la cabeza; lo primero que deja de figurara es, justamente, el lugar de la unión entre la "Res Cogitans" y la "Res Extensa". Si se explota ésta línea desde la versión interpretativa griega, vemos que falta el "Logos", el "Arkhé" (con esa doble connotación ontológico – política) , y se nos vuelve evidente que es un caso claro del "divide y reinarás". También parece que la "Res Extensa está en venta, porque es divisible: como es espacio puro, es infinitamente divisible; y como es infinitamente divisible, es infinitamente vendible; y como la media res, que no posee "Res Cogitans", no sentimos que nos despostan de a poco...
Por último (aunque sólo sea lo último de éste ínfimo comentario), la idea parece indicar que es un país de carniceros; en realidad, de matarifes y carniceros. Una pura extensión (una "res", una "cosa") en la cual el cuchillo es la herramienta por antonomasia [otra vez Martínez Estrada...], y la fuerza de quien mejor lo usa es ley: caudillos, Sarmiento y, ahora, lo que se apila es la pura extensión de datos arbitrariamente unidos.
En fin, tal como se pide en la lectura post – estructural, se lee algo, se elige una figura que lo explique, se proponen líneas de análisis, se consignan sentidos y se empieza a despostar el texto...

martes, 15 de diciembre de 2009

Casi como prefasio...

El fragmento lo escribí hace un tiempo, antes de leer "Rayuela"; lo corregí hace muy poco, después de leerla... Quizás no haya quedado tal como lo ideé en su momento, porque no consideré que las configuraciones de Word y del blog eran diferentes (no importa...). Además, se lo quiero dedicar a quien me dio ganas de publicar éste textito: Gracias Vane.

El Mundo de un Niño

Acaso pudiera desentrañarse el misterio de un mundo donde la magia aún es real; quizá sea capaz de cambiarse toda la ciencia y el saber por la alegría de crear un mundo a medida, que sería justo, por no conocer lo otro. Un mundo así sería imposible de narrar, porque no sabríamos cómo narrarlo; lo mejor que podemos hacer es describir ese lugar como lo haría un niño, mientras se lo apropia, juega con él, lo contempla, se aburre y lo deja tirado – justamente como a uno de sus juguetes, para pasar a otro que lo entretenga más -...
Es levantarse un día de vacaciones a la hora que más me gusta. No me acuerdo cuándo empezaron; Avanzo entre la oscuridad de un lugar poco conocido. Parece una jungla, y me da la impresión de que
no sé cuándo van a terminar. Es más... ¿No viví toda la vida de vacaciones? No importa; me hago pis... en cualquier momento pueden rodearme las fieras. Veo una... Me quedo quieto; la mido... Es rápido Voy al baño y, en el camino, se me aparece el gato. Michi, Michi, Michi... Lo acaricio y ronronea; sí, da vueltas y atigrado. Salta encima de mí y entablamos un combate feroz. La lucha se termina cuando ronronea, mueve la cola y se queda para que juegue; lo alzo, lo aprieto un poco, le sujeto las patas, gano. Veo como huye, después de tratar de comerme... Sabe que soy muchísmo más fuerte que él juego con él y se va por el pasillo... Me hago pis... Voy al baño. Cuando termino y tiro la cadena, el inodoro hace mucho ruido. Tengo hambre...
Salgo para la cocina. Camino y me molesta la luz del sol. Cierro los ojos, porque es muy, muy Grandes luces de colores giran por todos lados. Todo se ve muy blanco y hay un reflejo de costado. fuerte... Cuando llego a la cocina, mamá me alza, me da un beso y me muestra que ya preparó el desayuno. Gracias Mamita, qué rico el chocolate con leche... ¿Por qué preparaste tostadas con manteca? ¿Les puedo poner azúcar? Daaaale Mami... Sabés que me gustan más así... Estoy lleno. El desayuno estuvo muy rico y me voy a jugar. Mamá hace que me cambie antes de salir. Tengo que ponerme un pantalón. Es incómodo y Mamá me ayuda. Listo, ya está, ahora podés salir... Me voy al Entro a "boxes" buscando las piezas que me hacen falta para terminar el auto. La carrera está a punto patio y lo recorro por todos lados. Siempre busco una caja para poder jugar... No sé qué hacer... Junto de empezar, y tengo que dejar todo listo para poder correr. Ya las voy juntando y me dirijo hasta el unas tapitas que hay entre botellas vacías; también agarro un alambre. No encuentro una caja. Doy "Mach 5". Ajusto todo en su lugar, me subo al coche, y me preparo para la largada. Tengo el lugar más vueltas por el patio. ¡¡Ahí hay una caja!! Me meto adentro, le pongo las tapitas y el alambre, y ya más atrasado entre los rivales, pero sé que tengo que ganarles. Además tengo el mejor auto de todos... tengo preparado el juego.
Después de estar metido un rato jugando en la caja, siento un ruidito al costado. Miro, y nada... De Estoy rebasando un auto y, de golpe, siento ruidos raros. Se me ocurre que el motor está fallando, nuevo el ruido que se parece a raspar o rascar algo... De golpe, tengo al gato encima, queriendo haciéndome temer por mi continuidad de la carrera. Presto atención, y me doy cuenta de que el ruido meterse en la caja. Salta, se mete y me mordisquea jugando. Lo agarro, lo sacudo un poco, lo apretujo, viene de afuera. En ese momento, el tigre de ésta mañana salta encima del auto y trata de comerme de y me rasguña. Lo saco de un empellón, y las tapitas empiezan a volar tras su cabeza... Me molesto, nuevo. ¡¡Es imposible!! Si se supone que se había ido... No importa; vuelvo a pelearme con él para porque no pude terminar el juego... Salgo de la caja, y me voy para la parte de atrás de la casa. Hay echarlo del coche... ¡Ya estoy muy enojado, porque me hizo perder la carrera! Lo tiro de un empujón. mucho pasto. Es preferible jugar allá, porque parece que ese patio no se termina nunca. El portón queda muy, muy lejos. Hasta ahora no pude llegar al portón. El alambre donde está colgada la ropa tampoco me deja ver mucho más lejos.
Al lado de un árbol que sujeta un extremo del alambre (el otro está agarrado a la pared de la casa), Acabo de desembarcar en la isla donde dejé escondido el tesoro. No hice un mapa por temor a que estoy seguro de que dejé algo. Me acuerdo de haberme embarrado mucho esa vez; seguro que es una me roben el tesoro... Nunca, nunca, nuca van a saber dónde lo dejé... La isla donde enterré mi cofre lata. Si lo enterré al lado de ese árbol, es porque vale mucho. Pero no me acuerdo en qué parte del tiene muchos árboles; son todos muy parecidos y elegí uno para que disimule el pozo. Como recuerdo árbol lo enterré... Tengo que ir a ver si nadie me lo sacó. No, no me lo sacaron, porque la estaba muy ubicación a la perfección (tengo el mapa en la cabeza), la voy buscando a tientas... Debo sortear varios bien escondido. ¡A que ni se imaginan que la lata está al lado del árbol! Camino esquivando los obstáculos y trampas que fabriqué para evitar que alguien llegue hasta allá. Además, hay muchos hormigueros, porque las hormigas son rojas, chiquitas y pican muy, muy fuerte... Una vez me picaron animales peligrosos que pueden morder, picar y matar a quien caiga en su territorio. Por culpa de ellos y me estuve rascando mucho... ¡¡Hormigas malas!!
perdí una pierna y ahora uso está pata de palo...
Me agacho para sacar la lata. Pero no me acuerdo; sí, me acuerdo; no... ahí no estaba... ¿Dónde la Encuentro sin problemas el lugar que marca la "equis". Ya puedo sentir los doblones de oro entre mis dejé?... ¡¡Ah!! Sí... La lata estaba del otro lado, y la marqué con una piedrita encima. Empiezo a gastados dedos... No hay pala, no hay pico; no traje nada, para alivianar el viaje. En mi desesperación escarbar la tierra con las manos. Es mucha, mucha tierra. La tierra está negra y fría... Saco la lata y la empiezo a cavar con las manos. La avidez me impide parar o sentir cansancio y, al poco tiempo veo abro rápido. Controlo que esté todo lo que dejé. Inventario: cinco canicas de colores diferentes, dos coronadas las largas semanas en alta mar. ¡El cofre, el cofre! Un tesoro rebosante de oro, perlas, monedas de diez centavos, una tapa de una edición limitada de gaseosa y un destornillador chiquito, de diamantes... Una daga cuyo mango está engastado en zafiro y una corona digna de un rey... Jamás mango azul.
hombre alguno vio semejante tesoro. Mis manos tiemblan y mis ojos acarician deseosos la riqueza...
... Ahora que vuelvo a ver la lata, me doy cuenta que lo verdaderamente valioso es el recuerdo que abarca toda esa mañana. Tardé mucho en encontrarlo, porque cada imagen se oxidaba, se desdibujaba y decoloraba, entrando en una rutina alejada de semejante universo. Si me tomase más tiempo aún, no creo poder sacar más que éste recuerdo. Entonces, puedo volver a enterrar esa lata vieja, con cinco canicas, dos monedas de diez centavos, una tapa, un destornillador, un recuerdo y un final inexorable. Termino el recorrido por aquel lejano mundo que combina el hiper – realismo mágico con el idealismo más potente, donde todos los problemas se olvidaban a la vuelta de una esquina, y en un par de brazos maternales se olvidaba todo lo otro...

domingo, 6 de diciembre de 2009

Bendita Violencia

Una declinante tarde de domingo elegí pasear por un barrio que no conocía. Me encontraba cerca de un punto en el mapa entre Villa Pueyrredón y Villa Devoto. No recuerdo las razones por las cuales mis pasos me llevaron hasta ese sitio, pero sería ese momento de la tarde que preludiaba una noche deleznable. Estaba un poco hastiado de fatigar veredas que no conocía en pos de algo que me resultara llamativo: todo mi hallazgo fueron unas casas bajas con la promesa de una tranquilidad distante de la Ciudad...
Sin embargo, y para hacer honor a los pocos negocios que encontré abiertos, la cordialidad de todos era enorme, y su buena predisposición superaba con creces (casi podría haberse dicho que era un poco forzada) cualquier trato que me haya sido dado ver. Al principio los intercambios de cortesía me parecían naturales, pues consideraba que eso era simplemente "correcto". Mas, al pasar el tiempo, la candidez no disminuyó y las maneras no cambiaban. Sólo ahora, y quizás ese es el mayor problema de la reflexión, noto que debería haber pensado en lo extraño (llevado propiamente al paroxismo) de la amabilidad de esas personas. A pesar de ello, un dejo de extrañeza no me abandonó en ninguna de las diferentes charlas.
Orillaba la vía de algún tren, por una calle cuyo nombre (Gutenberg) me remitía a Europa y a unos sacerdotes alemanes comiendo papa y tomando cerveza, mientras imprimían la Biblia... Cuando noté que a mi izquierda se abría un camino que llevaba directo a una plaza. No estaría a más de dos cuadras y juzgué que atravesarla sería un buen argumento para mi caminata.
En el trayecto hacia la plaza (luego supe, por medio de una guía de calles, que se llamaba Plaza Arenales) solamente pude ver casas de familia, donde sus ocupantes estaban disponiéndose para una cena que se me antojaba temprana. Una vez en la esquina, y mirando el pequeño parque en diagonal, pude apreciar que el hospital Zubizarreta se encontraba en lo que ideé como la mitad de la base del cuadrado verde. Fue allí, con las tres cuartas partes de una errática diagonal recorrida, entre un par de árboles altos, me interpeló un sujeto muy curioso.
De pies a cabeza: zapatos de vestir negros, bien lustrados; un traje (negro también) de un corte que se revelaba hecho por un sastre y pulcramente planchado; camisa de seda blanca, con botones nacarados; un sombrero de hongo negro, por supuesto y un impermeable al cual no le veía utilidad en ese día. El cuadro lo cerraba un bastón laqueado que llevaba en la mano. Su andar era galante, y sus maneras se me hicieron antojadizamente corteses. Al momento de interpelarme, se acercó hacia mí con mucha cautela y dio inicio nuestra singular charla:
Él:- "Buenas tardes, señor."
Yo:- "Buenas tardes."
Él:- "Me presento: mi nombre es Joaquín, y me dispongo a sustraerle (contra su voluntad y las leyes) cualquier objeto de valor que ataña a mi interés."
A lo cual no pude menos que responder desconcertado:- "Y... dígame, por favor, Joaquín... ¿Qué me movería a permitírselo."
Su explicación me pareció una de las respuestas más ingeniosas que quepan concebirse para una situación semejante:- "Bueno, mi buen señor, eso es sencillo: en este singularísimo lugar se ha conseguido abolir la violencia del modo más efectivo y paradójico; a saber, cada acto que sea visto como violento es castigado con la peor brutalidad que imaginarse pueda y, para preservar las buenas costumbres, hacen otro tanto con la insolencia."
Cediendo a un impulso, decidí continuar el diálogo:- "Debo reconocer que me deja azorado, Joaquín, pero... ¿Por ventura hay, acaso, algún tipo de control que, en medio de éste parque, me evite ser descortés con usted, negarle su pedido y usar la fuerza?"
Joaquín:- "Oh, sí, estimadísimo caballero. No hay posibilidad de escapar al control de la Autoridad. Pareciera que se enteran por el sonido del viento..."
Yo:- "Ya veo... Sea, pues, y tome aquello que considere oportuno. Además, es difícil no acceder a tan considerado pedido."
Joaquín:- "Muchas gracias, noble varón. Lamento más haberle robado su tiempo que su dinero. Tenga usted, nuevamente, muy buenas tardes."
Yo:- "Buenas tardes, Joaquín. Que goce de una fructífera noche."
Seguí mi camino hasta la estación de Devoto. Como Joaquín no sacó ninguna de las monedas que llevaba aleatoriamente en mis bolsillos, pude tomar el tren. Conjeturé que la historia era demasiado inverosímil para la policía y que el hábil ladrón metafísico sólo se quedó con un poco de un tiempo que yo mismo ya creía perdido... El viaje se esfumó en medio de reflexiones sobre cómo desarrollar la trama de una historia inviable.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Otro final para el Quixote

Yacía Alonso Quijano sobre su cama. La fiebre y el dolor le dieron una tregua que lo transportó a un cálido sueño. Tras despertarse, nuestro héroe se sintió sano y fuerte como para levantarse del lecho y ataviarse en busca de una nueva aventura. Púsose los pertrechos y mandó a Sancho a ensillar a su buen Rosinante. Éste último, una vez que hubo cumplido su tarea, se dispuso a seguir a su repuesto amo en pos del honor, del oro y de la ínsula...
Acaso Don Quijote no lo notara, pero después de alejarse de su casa, camino a las afueras del pueblo, Sancho Panza lo seguía por un lado y un negro jinete lo seguía por el otro. Al trasponer la entrada de la ciudad, y dar media vuelta para una nueva despedida, el Caballero de la Triste Figura nota a quienes parecían seguirlo. El fiel escudero instó a su jumento a ponerse a la par de su amo, quien lo miró una benevolente sonrisa.
Por su parte, el parsimonioso caballero vestido y encapuchado de negro les da alcance a su momento y, al pasar junto a ellos, le pregunta a Don Quijote:
Encapuchado: - "¿Es Ud. Don Quijote de la Mancha, conocido como "El Caballero de la Triste Figura"?"
Don Quijote: - "Así es, noble señor... ¿Me permite conocer el nombre y alcurnia de quien desea saberlo?"
Encapuchado: -"Pero, oh Valiente Caballero, ya lo sabéis. Es más, has esperado este encuentro desde la primera vez que traspusiste estas puertas con la armadura puesta."
Don Quijote: -"Ya veo... Entonces, eres mi mortal y renombrado enemigo, aquel que no soporta el brillo de mis hazañas ni el valor de mi brazo."
Encapuchado: -"Así es. Vengo a retaros a un duelo, para probar que vos mentís y que no sois el más fuerte entre los caballeros andantes."
Don Quijote: -"Como me veo obligado a aceptar vuestro desafío, me veré obligado a haceros retractar de lo dicho, señor."
Encapuchado: -"En ese acaso, que sea aquí y ahora, y que toda la Mancha que os vio nacer sepa que su paladín fue caído a las puertas de su cuna."
Don Quijote: -"¡Sancho, detén mi brazo cuando esté por excederme con este hablador! ¡Y, por favor, da la orden para la justa más memorable que la historia de la caballería andante pueda registrar!"
Ambos, Don Quijote y el Caballero de Negro, espolearon sus monturas hasta que se vieron separados por una distancia que juzgaron la apropiada. El primero tomó su oxidada lanza y su viejo escudo, dispuesto a cargar con toda su furia apenas fuere dada la orden. El segundo, sin mostrar que la tranquilidad flaquease frente a tan temible adversario, se quitó la capa y la capucha que lo cubrían, e hizo relucir bajo el sol de la tarde una armadura cuya negrura hubiese opacado a la misma noche. El escudo y la lanza, de idénticas dignidades, no poseían distintivos que revelaran nombre, casa o alcurnia.
Sancho Panza empezó a temer por la suerte de su amo, al notar que el rival poseía mucha más compostura, y quiso instarlo a no entrar en combate. Mas la visible impaciencia del Caballero de la Triste Figura, y sus anteriores andanzas concluidas con la supervivencia de su señor, fueron sopesadas por el escudero como motivos suficientes para no contrariar los deseos de Don Quijote.
En cuanto la orden del escudero rasgo el cielo vespertino, ambos jinetes espolearon a sus corceles, que parecían volar, a pesar del peso de los pertrechos de guerra. Y, aunque el viejo Rocinante hizo su mejor carrera, y Don Quijote se sostuvo con una firmeza que hizo olvidar su anterior estado, el Caballero de Negro dio por tierra con él y con su cuarta salida de la ciudad. El golpe recibido por el Caballero de la Triste Figura fue letal, y no sólo para su orgullo...
Sancho, petrificado por el miedo, no se atrevía a acercarse a su amo. El Caballero de Negro, volviendo indemne, detuvo su corcel junto al caído y se desmontó. Llegando hasta el oído de nuestro maltrecho paladín, le susurró:
Caballero de Negro: -"Habéis triunfado, pues es el final que merece un varón poseedor de tanta nobleza."
Y Don Quijote, habiendo comprendido, dijo en voz alta:
Don Quijote: -"Oh, mi bella Dulcinea, muero con el semblante hacia Toboso, tu tierra, habiendo defendido orgulloso tu honor y tu belleza."
Tras éstos tristes acontecimientos, espiró el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, conocido como el Caballero de la Triste Figura, en el campo del honor y la verdad. Tras éstos tristes acontecimientos espiró Alonso Quijano, el Bueno, en su lecho, rodeado de familiares, amigos y un escribano frente al cual abominó de todos los libros de caballería...